WERNER HERZOG
CICLO DE DOCUMENTALES EN LA SALA LUGONES
Por Eduardo Chinaski.
-GASHERBRUM (LA MONTAÑA LUMINOSA), 1998.
Werner Herzog es antes un poeta que un documentalista. Lo real le interesa sólo si se haya en contacto con lo sublime. Y aquí lo sublime se manifiesta en todo su esplendor. La montaña Gasherbrum (8.000 metros), del Macizo de Karakorum (Afganistán) es la cifra de lo inaccesible. Sólo los locos pretenden escalarla sin equipo. Y el loco perfecto herzoguiano se llama Messner. Su hermano murió en un escalamiento anterior, y él quiere escalar el Gasherbrum dos veces consecutivas. En este bellísimo documental, el director acompaña al escalador tozudo explorando los límites de lo posible, en busca de lo trascendente. Messner realiza con sus escalamientos una escritura en la montaña, un trazo personal y secreto sobre la naturaleza, la vida.
-HOW MUCH WOOD WOULD A WOODCHUCK CHUCK (1976)
Algunos recordarán un escena clave de Stroszek (La baldad de Bruno S), cuando un rematador pone al mejor postor la casa del infortunado Bruno. El rematador en cuestión hablaba rapidísimo en un galimatías indescifrable.
Todo se origina en los remates de hacienda en el EE UU profundo. Allí, los martilleros deben vender de la manera mas rápida posible la mayor cantidad de ganado. Así, se adentran en un metalenguaje sólo accesible para unos pocos. Una forma de comunicación derivada del capitalismo, quizá, según Herzog, “la única lírica posible en testos tiempos”.
-EL GRAN ÉXTASIS DEL TALLADOR DE MADERA STEINER (1973)
Este director atípico siempre ha estado fascinado por soñadores que emprenden imposibles aventuras: Aguirre, el escalador Messner, Fitzcarraldo. Sus film están poblados por personajes que desafían la normalidad. por gente a contracorriente, ya sean éstos iluminados, parias o marionetas.
Walter Steiner: audaz, valiente, loco. Viéndolo volar, podemos entender claramente el interés del director por su figura, que trasciende, obviamente, el mero interés deportivo. Como tantos otros héroes herzogianos, Steiner es un visionario. Filma sus saltos a velocidad muy lenta, acompañados por las evanescentes guitarras de Popol Vuh, transportándonos más allá del mero hecho deportivo o físico, contemplando el vuelo extático de un místico.
Herzog encuentra en Walter Steiner una nueva representación de la figura del idealista, del individualista quijotesco enfrentado a la mediocridad de la sociedad que le rodea y con él realiza una pieza de poco más de cuarenta minutos que es una obra maestra.
Por Eduardo Chinaski.
-GASHERBRUM (LA MONTAÑA LUMINOSA), 1998.
Werner Herzog es antes un poeta que un documentalista. Lo real le interesa sólo si se haya en contacto con lo sublime. Y aquí lo sublime se manifiesta en todo su esplendor. La montaña Gasherbrum (8.000 metros), del Macizo de Karakorum (Afganistán) es la cifra de lo inaccesible. Sólo los locos pretenden escalarla sin equipo. Y el loco perfecto herzoguiano se llama Messner. Su hermano murió en un escalamiento anterior, y él quiere escalar el Gasherbrum dos veces consecutivas. En este bellísimo documental, el director acompaña al escalador tozudo explorando los límites de lo posible, en busca de lo trascendente. Messner realiza con sus escalamientos una escritura en la montaña, un trazo personal y secreto sobre la naturaleza, la vida.
-HOW MUCH WOOD WOULD A WOODCHUCK CHUCK (1976)
Algunos recordarán un escena clave de Stroszek (La baldad de Bruno S), cuando un rematador pone al mejor postor la casa del infortunado Bruno. El rematador en cuestión hablaba rapidísimo en un galimatías indescifrable.
Todo se origina en los remates de hacienda en el EE UU profundo. Allí, los martilleros deben vender de la manera mas rápida posible la mayor cantidad de ganado. Así, se adentran en un metalenguaje sólo accesible para unos pocos. Una forma de comunicación derivada del capitalismo, quizá, según Herzog, “la única lírica posible en testos tiempos”.
-EL GRAN ÉXTASIS DEL TALLADOR DE MADERA STEINER (1973)
Este director atípico siempre ha estado fascinado por soñadores que emprenden imposibles aventuras: Aguirre, el escalador Messner, Fitzcarraldo. Sus film están poblados por personajes que desafían la normalidad. por gente a contracorriente, ya sean éstos iluminados, parias o marionetas.
Walter Steiner: audaz, valiente, loco. Viéndolo volar, podemos entender claramente el interés del director por su figura, que trasciende, obviamente, el mero interés deportivo. Como tantos otros héroes herzogianos, Steiner es un visionario. Filma sus saltos a velocidad muy lenta, acompañados por las evanescentes guitarras de Popol Vuh, transportándonos más allá del mero hecho deportivo o físico, contemplando el vuelo extático de un místico.
Herzog encuentra en Walter Steiner una nueva representación de la figura del idealista, del individualista quijotesco enfrentado a la mediocridad de la sociedad que le rodea y con él realiza una pieza de poco más de cuarenta minutos que es una obra maestra.
-LA SUFRIÉRE (1989)
La Sufrière parte de una idea imposible: viajar con un equipo mínimo a una isla de Guadalupe, en la Colonia francesa del Caribe, y registrar la inesperada erupción de un volcán que ha obligado a todos los habitantes a abandonar sus hogares. Herzog camina por las calles vacías, registrando sus emociones sobre una ciudad desnuda. El director, a través de la voz en off, plantea sus dudas, se interroga sobre cómo construir su film. O sea, interpela al espectador. En un momento, recibe noticias de que unos pocos han decidido no abandonar la isla. Cuando en definitiva el reducido equipo cinematográfico los encuentra, estos personajes son en cierta manera un espejo de Herzog, unos alucinados místicos que se encuentran cara a cara con un alucinado fílmico. Pero el volcán –inesperadamente- entra en quietud, se silencia, y convierte la aventura en un fracaso; así La Soufriére acaba siendo la crónica de un fracaso. Una película que cierra con la plena consciencia de su sinsentido.
La Sufrière parte de una idea imposible: viajar con un equipo mínimo a una isla de Guadalupe, en la Colonia francesa del Caribe, y registrar la inesperada erupción de un volcán que ha obligado a todos los habitantes a abandonar sus hogares. Herzog camina por las calles vacías, registrando sus emociones sobre una ciudad desnuda. El director, a través de la voz en off, plantea sus dudas, se interroga sobre cómo construir su film. O sea, interpela al espectador. En un momento, recibe noticias de que unos pocos han decidido no abandonar la isla. Cuando en definitiva el reducido equipo cinematográfico los encuentra, estos personajes son en cierta manera un espejo de Herzog, unos alucinados místicos que se encuentran cara a cara con un alucinado fílmico. Pero el volcán –inesperadamente- entra en quietud, se silencia, y convierte la aventura en un fracaso; así La Soufriére acaba siendo la crónica de un fracaso. Una película que cierra con la plena consciencia de su sinsentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario