EL DESIERTO TECNOLÓGICO
CRÍTICA DEL FILM AVATAR, DE JAMES CAMERON.
Por Eduardo Chinaski
“Ya no puedo pensar lo que quiero. Las imágenes movedizas sustituyen a mis pensamientos.” (Georges Duhamel)
1) Avatar cumple paso por paso con los requisitos del concepto de "desierto tecnológico", propuesto por Ballard. Un paisaje yermo sin ningún rastro humano. Sólo la tecnociencia in extremis reinando en un baldío digital. Mas allá de su devaluada imaginería, Avatar es un film infecundo, estéril, un inacabable erial donde es imposible encontrarse con una emoción verdadera. Ni amor, ni náusea, ni furia, ni coraje lo pueblan. Frío desierto de inválidos.
2) El fuerte de Cameron nunca fueron los matices. Ni la construcción de personajes, apenas vehículos para ciertas ideas muy básicas. Hagamos ahora una breve retrospectiva sobre su filmografía: su Exterminador (Terminator) era uno de sus personajes más logrados, porque precisamente era una máquina que no tenía características humanas. Terminator 2 es más una remake de la primera que una continuación. La primera señal de alarma vino con The Abyss. Según Cameron, faltan unos fragmentos, quitados por el estudio (él no tuvo el corte final, parece), donde se explicaban ciertos detalles de los extraterrestres subacuáticos que le otorgaban espesor mitológico a la película. Mentiras verdaderas funciona relativamente hasta el famoso streap-tease de la Curtis, de allí se desbarranca fatalmente, y la secuencia final con el terrorista islámico en el avión es para la antología de lo barato, del lugar común, del falso suspenso producido por el efecto “montaña rusa”. De lo televisivo, en fin.Titanic fue un punto alto: dimensión mitológica (marca indeleble del cine “clásico”), personajes creíbles (no maquetas), aventura, arrojo, reflejo en la pantalla del propio deslumbramiento del director. Se podía escuchar latir un corazón. Verdadero cine “clásico” (las comillas son necesarias), en una época en que la critica tiende a llamar “clásico” a cualquier relato cuadrado y ramplón. Sería bueno recordar que en cine de ficción “clásico” nunca se mostraba “todo”, y que su fuerza residía justamente en su limitación, en la “promesa” de otra imagen. Y llegamos a Avatar, una summa de todos los lugares comunes visuales y conceptuales del cine de aventuras. Es difícil no sentir rechazo ante tanto cliché remanido, tanto seudo-espiritualismo New Age, ecologismo barato. El rechazo también podría surgir porque todo funciona “demasiado bien” en la película. Hasta los tiempos aparentemente muertos y los diálogos absurdos. Todo encaja. Y este fenómeno no sólo nos habla de un mecanismo de relojería perfectamente ensamblado que no deja espacio a la humana espontaneidad, sino de un cine del cálculo, de la rentabilidad y principalmente del efecto. Lo que nos hace tomar distancia de lo mostrado no es un defecto de representación, sino su exceso de perfección. Falta ese punto que los bordadores de tapices de Oriente dejaban suelto, esa falla, para que, según ellos "entrara Dios".Interesante pensamiento. La divinidad, lo inasible se cuela a través de las fallas...Mientras tanto, en Avatar, como dirían los Straub, todo esta “reconciliado”.
3) Hablando de los Straub (sin hacer comparaciones, necesariamente), ellos dicen: “Mirar como nunca se ha visto antes, como la primera vez. Una palabra, como una imagen, no debería ser nunca una moneda de cambio, debe ser como algo que se recibe en el primer día del mundo, algo que asombra. Es la gran idea de Brecht: nada se da por descontado; todo debe ser sentido y vuelto a sentir como si fuera al primera vez”
4) Las fuentes de Avatar son variadas: Danza con Lobos, La Selva Escarlata, relatos chamánicos, mitos germánicos (el árbol que reina sobre el clan es muy similar en concepto y aspecto al Árbol Ydgrassil de la mitología escandinava), panteísmo, y alguna otra leyenda que andaba por ahí, vio luz y subió.
5) André Bazin contestaba la pregunta “¿Qué es cine?” a través del concepto de que el cine se convertía fundamentalmente en una “mecánica impasible”, o sea “un dispositivo de registro que debe in extremis poner en escena una alucinación verdadera”. Para Bazin, la técnica cinematográfica debía convertirse en un medio de no-manipulación para captar la realidad, el mundo.Hoy, las nuevas tecnologías con su poder de permutación y simulación, -aparentemente absoluto- hacen del cine mainstream un “arte” (las comillas también aquí son necesarias) de la imaginación. Así, todo mundo imaginado se vuelve visible con la mediación tecnológica (Matrix, El señor de los Anillos, Avatar), en detrimento de la magia inconsciente e inasible del mundo a través del cine.
6) Avatar: film paradójico. Mientras se habla en los medios serviles de la “desbordada imaginería” de Cameron, en su visión el film sorprende en su chatura visual: una vez que vimos un elemento, lo veremos en los planos siguientes. Todo será igual. Vuelos, saltos de árbol en árbol, batallas. Y así ad infinitum, más y más de lo mismo, cabalgando sobre una falsa progresión dramática. Aunque cueste creer: una montaña rusa monocorde. Y mientras el film postula a los gritos enrolarse por las buenas causas (la corrección política llega al extremo de poner un protagonista lisiado), uno descubre que el efecto es en realidad tóxico, polucionante. Como el Agua Perrier. Una vez leí que para producir un litro de agua Perrier, un producto sano y a la vez sofisticado (como pretende el engendro Avatar) se desperdician 26 litros de agua pura, se producen 500 cm. cúbicos de hidróxido de carbono y otros contaminantes. O sea, un producto que termina intoxicando el ambiente mucho más de lo dice salvaguardarlo.
7) Otro aspecto que al film le juega en contra es el maniqueísmo de sus personajes (como ya comenté, el talón de Aquiles de Cameron), que intenta producir un efecto de “identificación instantánea”, un tanto desmañada, burda. Como los villanos son tan pero tan malos, sin una duda, sin un pliegue, y los buenos lo son casi hasta la santidad, el director no nos deja opción: ¿quién se enrolaría en el bando de los invasores, aunque fuera un momento? Así, Cameron nos deja tranquilos: los malos siempre son los otros, el mal está afuera, y nosotros estamos por suerte en el casillero de los buenos, acompañados por Jack Sully y sus aliados, los hippones Na´Vi. Esta conciencia tranquilizadora anula toda ambigüedad. Y todo pensamiento. Es que el film de Cameron, diría Daney, opera sobre una “visual” (estereotipo, corroboración del funcionamiento de un mecanismo, homogeneidad) que sobre la “imagen” (alteridad, heterogeneidad) de invasores e invadidos.
8) Cameron apela durante casi todo el metraje al recurso banal del uso de la World Music para trasmitir una vaga idea de "cultura primitiva" o “aborigen”. El film –una suerte de programa del National Geografic extraterrestre- no podría jamás compararse con obras maestras en el género de la aventura ni mucho menos en el terreno del documental sobre mundos y seres extraños que pueblan la filmografía de, por ejemplo, Werner Herzog.
9) Y no es casual la mención de Herzog, (el más grande explorador del cine desde Flaherty, según Sergio Wolf). El poeta Herzog, (de quien se ha dado un ciclo interesantísimo en la sala Lugones), es un hombre que con su imaginación y su vagabundeo ha explorado un mundo infinito, inabarcable: éste mismo en que vivimos. Y nos ha relatado mitos y leyendas de seres fabulosos que desde el principio de los tiempos sueñan con lo mismo: trascender a la Muerte, explorar los extremos, buscar tenazmente la gloria. Y no son los Na´Vi, somos nosotros mismos.
10) Entonces, Avatar es esencialmente, un mapa. Un intento de cartografía por donde se supone debería navegar el cine mainstream en el siglo XXI. Y sus recorridos a seguir podrían ser: a)evitar la piratería; b) prepotencia tecnológica aplicada a los medios de producción; c)desdeñar el relato y sus necesidades, elaborando un cuento infantil y ñoño; d)secuestrar y mantener de rehén al espectador en la sala del cine y sus negocios derivados (comida, bebida, merchandising oficial) y no en el ámbito hogareño; e) la industria cultural como forma de dominación irresistible; f) la cuestión de la técnica instalada para opacar otras cuestiones que fueron preponderantes en la historia del cine; g) bombardeo sensorial continuo e indiscriminado que hostiga los sentidos y que produce dos efectos: uno, no permite respirar al plano en sí (recordar: el plano es un organismo vivo, con existencia propia y muerte también propia), y dos: no dejar respirar mentalmente al espectador, ni mucho menos permitirle detenerse a degustar la belleza de una toma determinada. Todo pasa rápidamente, produciendo un efecto de atosigamiento y vértigo. El resultado: apenas una especie de video-muzak, una música funcional para no pensar, no emocionarse, ni inquietarse porque Cameron ya nos lo da todo digerido. El director ya pensó por nosotros. Varias de las características enumeradas aquí ya existen, esto no es nada nuevo, sólo que Cameron las lleva más lejos que nadie hasta ahora.
Por Eduardo Chinaski
“Ya no puedo pensar lo que quiero. Las imágenes movedizas sustituyen a mis pensamientos.” (Georges Duhamel)
1) Avatar cumple paso por paso con los requisitos del concepto de "desierto tecnológico", propuesto por Ballard. Un paisaje yermo sin ningún rastro humano. Sólo la tecnociencia in extremis reinando en un baldío digital. Mas allá de su devaluada imaginería, Avatar es un film infecundo, estéril, un inacabable erial donde es imposible encontrarse con una emoción verdadera. Ni amor, ni náusea, ni furia, ni coraje lo pueblan. Frío desierto de inválidos.
2) El fuerte de Cameron nunca fueron los matices. Ni la construcción de personajes, apenas vehículos para ciertas ideas muy básicas. Hagamos ahora una breve retrospectiva sobre su filmografía: su Exterminador (Terminator) era uno de sus personajes más logrados, porque precisamente era una máquina que no tenía características humanas. Terminator 2 es más una remake de la primera que una continuación. La primera señal de alarma vino con The Abyss. Según Cameron, faltan unos fragmentos, quitados por el estudio (él no tuvo el corte final, parece), donde se explicaban ciertos detalles de los extraterrestres subacuáticos que le otorgaban espesor mitológico a la película. Mentiras verdaderas funciona relativamente hasta el famoso streap-tease de la Curtis, de allí se desbarranca fatalmente, y la secuencia final con el terrorista islámico en el avión es para la antología de lo barato, del lugar común, del falso suspenso producido por el efecto “montaña rusa”. De lo televisivo, en fin.Titanic fue un punto alto: dimensión mitológica (marca indeleble del cine “clásico”), personajes creíbles (no maquetas), aventura, arrojo, reflejo en la pantalla del propio deslumbramiento del director. Se podía escuchar latir un corazón. Verdadero cine “clásico” (las comillas son necesarias), en una época en que la critica tiende a llamar “clásico” a cualquier relato cuadrado y ramplón. Sería bueno recordar que en cine de ficción “clásico” nunca se mostraba “todo”, y que su fuerza residía justamente en su limitación, en la “promesa” de otra imagen. Y llegamos a Avatar, una summa de todos los lugares comunes visuales y conceptuales del cine de aventuras. Es difícil no sentir rechazo ante tanto cliché remanido, tanto seudo-espiritualismo New Age, ecologismo barato. El rechazo también podría surgir porque todo funciona “demasiado bien” en la película. Hasta los tiempos aparentemente muertos y los diálogos absurdos. Todo encaja. Y este fenómeno no sólo nos habla de un mecanismo de relojería perfectamente ensamblado que no deja espacio a la humana espontaneidad, sino de un cine del cálculo, de la rentabilidad y principalmente del efecto. Lo que nos hace tomar distancia de lo mostrado no es un defecto de representación, sino su exceso de perfección. Falta ese punto que los bordadores de tapices de Oriente dejaban suelto, esa falla, para que, según ellos "entrara Dios".Interesante pensamiento. La divinidad, lo inasible se cuela a través de las fallas...Mientras tanto, en Avatar, como dirían los Straub, todo esta “reconciliado”.
3) Hablando de los Straub (sin hacer comparaciones, necesariamente), ellos dicen: “Mirar como nunca se ha visto antes, como la primera vez. Una palabra, como una imagen, no debería ser nunca una moneda de cambio, debe ser como algo que se recibe en el primer día del mundo, algo que asombra. Es la gran idea de Brecht: nada se da por descontado; todo debe ser sentido y vuelto a sentir como si fuera al primera vez”
4) Las fuentes de Avatar son variadas: Danza con Lobos, La Selva Escarlata, relatos chamánicos, mitos germánicos (el árbol que reina sobre el clan es muy similar en concepto y aspecto al Árbol Ydgrassil de la mitología escandinava), panteísmo, y alguna otra leyenda que andaba por ahí, vio luz y subió.
5) André Bazin contestaba la pregunta “¿Qué es cine?” a través del concepto de que el cine se convertía fundamentalmente en una “mecánica impasible”, o sea “un dispositivo de registro que debe in extremis poner en escena una alucinación verdadera”. Para Bazin, la técnica cinematográfica debía convertirse en un medio de no-manipulación para captar la realidad, el mundo.Hoy, las nuevas tecnologías con su poder de permutación y simulación, -aparentemente absoluto- hacen del cine mainstream un “arte” (las comillas también aquí son necesarias) de la imaginación. Así, todo mundo imaginado se vuelve visible con la mediación tecnológica (Matrix, El señor de los Anillos, Avatar), en detrimento de la magia inconsciente e inasible del mundo a través del cine.
6) Avatar: film paradójico. Mientras se habla en los medios serviles de la “desbordada imaginería” de Cameron, en su visión el film sorprende en su chatura visual: una vez que vimos un elemento, lo veremos en los planos siguientes. Todo será igual. Vuelos, saltos de árbol en árbol, batallas. Y así ad infinitum, más y más de lo mismo, cabalgando sobre una falsa progresión dramática. Aunque cueste creer: una montaña rusa monocorde. Y mientras el film postula a los gritos enrolarse por las buenas causas (la corrección política llega al extremo de poner un protagonista lisiado), uno descubre que el efecto es en realidad tóxico, polucionante. Como el Agua Perrier. Una vez leí que para producir un litro de agua Perrier, un producto sano y a la vez sofisticado (como pretende el engendro Avatar) se desperdician 26 litros de agua pura, se producen 500 cm. cúbicos de hidróxido de carbono y otros contaminantes. O sea, un producto que termina intoxicando el ambiente mucho más de lo dice salvaguardarlo.
7) Otro aspecto que al film le juega en contra es el maniqueísmo de sus personajes (como ya comenté, el talón de Aquiles de Cameron), que intenta producir un efecto de “identificación instantánea”, un tanto desmañada, burda. Como los villanos son tan pero tan malos, sin una duda, sin un pliegue, y los buenos lo son casi hasta la santidad, el director no nos deja opción: ¿quién se enrolaría en el bando de los invasores, aunque fuera un momento? Así, Cameron nos deja tranquilos: los malos siempre son los otros, el mal está afuera, y nosotros estamos por suerte en el casillero de los buenos, acompañados por Jack Sully y sus aliados, los hippones Na´Vi. Esta conciencia tranquilizadora anula toda ambigüedad. Y todo pensamiento. Es que el film de Cameron, diría Daney, opera sobre una “visual” (estereotipo, corroboración del funcionamiento de un mecanismo, homogeneidad) que sobre la “imagen” (alteridad, heterogeneidad) de invasores e invadidos.
8) Cameron apela durante casi todo el metraje al recurso banal del uso de la World Music para trasmitir una vaga idea de "cultura primitiva" o “aborigen”. El film –una suerte de programa del National Geografic extraterrestre- no podría jamás compararse con obras maestras en el género de la aventura ni mucho menos en el terreno del documental sobre mundos y seres extraños que pueblan la filmografía de, por ejemplo, Werner Herzog.
9) Y no es casual la mención de Herzog, (el más grande explorador del cine desde Flaherty, según Sergio Wolf). El poeta Herzog, (de quien se ha dado un ciclo interesantísimo en la sala Lugones), es un hombre que con su imaginación y su vagabundeo ha explorado un mundo infinito, inabarcable: éste mismo en que vivimos. Y nos ha relatado mitos y leyendas de seres fabulosos que desde el principio de los tiempos sueñan con lo mismo: trascender a la Muerte, explorar los extremos, buscar tenazmente la gloria. Y no son los Na´Vi, somos nosotros mismos.
10) Entonces, Avatar es esencialmente, un mapa. Un intento de cartografía por donde se supone debería navegar el cine mainstream en el siglo XXI. Y sus recorridos a seguir podrían ser: a)evitar la piratería; b) prepotencia tecnológica aplicada a los medios de producción; c)desdeñar el relato y sus necesidades, elaborando un cuento infantil y ñoño; d)secuestrar y mantener de rehén al espectador en la sala del cine y sus negocios derivados (comida, bebida, merchandising oficial) y no en el ámbito hogareño; e) la industria cultural como forma de dominación irresistible; f) la cuestión de la técnica instalada para opacar otras cuestiones que fueron preponderantes en la historia del cine; g) bombardeo sensorial continuo e indiscriminado que hostiga los sentidos y que produce dos efectos: uno, no permite respirar al plano en sí (recordar: el plano es un organismo vivo, con existencia propia y muerte también propia), y dos: no dejar respirar mentalmente al espectador, ni mucho menos permitirle detenerse a degustar la belleza de una toma determinada. Todo pasa rápidamente, produciendo un efecto de atosigamiento y vértigo. El resultado: apenas una especie de video-muzak, una música funcional para no pensar, no emocionarse, ni inquietarse porque Cameron ya nos lo da todo digerido. El director ya pensó por nosotros. Varias de las características enumeradas aquí ya existen, esto no es nada nuevo, sólo que Cameron las lleva más lejos que nadie hasta ahora.
11) Así, hoy el cine se ha convertido en un espacio de privilegio para la exposición de las nuevas tecnologías digitales. “Con este tipo de realizaciones llegamos a la etapa en que el Capital reflexiona sobre su propio desarrollo y convierte a la tecnociencia en un espectáculo de consumo” (Domin Choi, “La imaginación técnica en el cine. La matriz de lo visible”).
12) Entonces, el embobamiento de buena parte del público y de la crítica parte de la innegable –pero al fin vana- supremacía tecnológica del film. Pero en realidad es un espejismo en el que se engañan demasiados: como decía el crítico Rodrigo Tarruella, los avances tecnológicos de hoy son la chatarra del mañana.
13) Otro signo de confusión parece ser el contenido ideológico del film. Y aquí caemos por enésima vez en el terreno resbaladizo de las paradojas: mientras Avatar se presenta a sí misma como bandera de las buenas causas y el respeto ante la diversidad, su subtexto es otro: un mesías blanco que vendrá a redimir a los aborígenes. Con éste meta discurso racista y defensor del colonialismo y la Conquista, increíblemente Cameron ha seducido a las almas bellas, ciegas ante lo evidente.
5 comentarios:
Qué berretada, usar el mismo epígrafe del artículo que se cita.
Magnífico blog! mereces muchas mas visitas de las q tienes
Gracias, Víctor!
me gustó pasar por acá. mucho.
ema
Gracias, Ema
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