jueves, 18 de marzo de 2010

ESTRENOS


EL ENEMIGO INTERNO
Por Eduardo Chinaski

Enemigo interno- Teniente corrupto (Bad Lieutenant-Port of Call: New Orleans), EUA, 2009
Dirección: Werner Herzog
Intérpretes: Nicholas Cage, Eva Mendes, Val Kilmer.

“Enceguecido y sordo, como un hombre que emerge de las profundidades del mar, fui surgiendo nuevamente a la realidad de todos los días. Realidad que me pregunto si al fin es verdadera” (Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas)

La última película de Werner Herzog The Bad Lieutenant: Port of Call-New Orleans (Traducida al español como Enemigo Interno, un título muy acertado) no es un remake de la versión de 1992 de Abel Ferrara sino un tratamiento à la Herzog del tema de la locura, las adicciones y los abismos morales. En el guión de ambas películas colabora Víctor Argo, y el director alemán recibió el proyecto ya “cocinado”. Este dato haría temer una nueva Black Daliah, de Brian de Palma, pero nada más alejado este Bad Liutenant de aquel fallido proyecto depalmiano..
Aquí Herzog retoma varias de sus obsesiones que lo han acompañado en su filmografía: no hay inteligencia o voluntad superiores –llámese religión, orden cósmico- ni tampoco la idea de que la naturaleza es benévola de forma inherente. No casualmente el film comienza con la devastación del huracán Katrina. Herzog ha insistido a través de sus “documentales” y “ficciones” (distinción que él detesta), en el concepto que naturaleza es sinónimo de sinsentido y caos. Y esto incluye también a las pulsiones humanas desatadas.
En un escenario de pobreza extrema y devastación, el teniente Terence McDonagh (Nicolas Cage) trabaja en un misterioso crimen. Una familia senegalesa que “cocinaba” droga fue masacrada. Este personaje alucinado arrastrará en su periplo hacia la demencia a su novia, a su padre, a sus colegas del Departamento de Policía de Nueva Orleáns y hasta un perro labrador. Cage es una especie de zombi con perenne síndrome de abstinencia, un autómata de mirada perdida en algo que está más allá (pero ya no es El Dorado, como en Aguirre...), que desconfía en los métodos legalistas, y por lo tanto es proclive a toda clase de apremios ilegales. Un personaje que agota las posibilidades de lo humano y lo inhumano, sumergiéndose en una brutal y vertiginosa combustión; y a través de experiencias agónicas, llega a un grado cero, a la desintegración, para empezar de nuevo. El final es decididamente desopilante: luego de todos los desastres que el policía ha hecho, increíblemente es ascendido, forma una familia con su novia prostituta, y es señalado como pilar de la sociedad. Pero en una habitación de un hotel donde va a drogarse, se encuentra con la persona que salvó del Katrina. Y los dos terminan sentados en el suelo de un acuario, en silencio. No hace falta más.
“Uno no podría vivir en una casa iluminada hasta el último rincón”, afirmó el director, hace poco, al referirse al psicoanálisis, al que califica como uno de los errores más grandes del siglo XX. “Cuando los seres humanos son iluminados y escrutados hasta en sus más pequeños y oscuros abismos –dijo-, se vuelven inhabitables y menos interesantes.”
Hay varias imágenes para destacar en este film alucinatorio, susceptible de asedio desde los más diversos registros: el rythm & and blues “cantado” a dúo por un par de iguanas; el cocodrilo gigante atropellado en la autopista (y la subjetiva de desde otro cocodrilo, que parece vigilar a los protagonistas); el alma del gángster baleado que sigue bailando después de muerta…
Es un acierto de Herzog no adentrarse en el psicologismo: el mal teniente Mc Donaugh es lo que es –una de las tantas facetas extremas del Hombre-, y será así por siempre.
Haciendo un juego de espejos con el film de Ferrara, podemos señalar que las investigaciones del teniente difieren: en la de Abel Ferrara, era la violación de unas monjas; aquí el tema es, como dijimos, el crimen de unos inmigrantes ilegales. Por otra parte, mientras el la primera versión Harvey Keitel era un muerto-vivo abandonado a su decadencia, en Port of Call, Nicholas Cage incurre en una sobreactuación desaforada de un personaje giboso tras un accidente en la espalda. Deforme por dentro y por fuera. ¿O una parodia posmo a los desbordes de Kinski?.

2 comentarios:

Lilián dijo...

Muy buena tu reseña Eduardo, a mí este "mal teniente" me ha dado vuelta los prejuicios (confieso que fui a ver la película con muy mala espina)y confirma una vez más por qué Herzog sigue sobresaliendo en el panorama actual del cine.


Muy interesante lo que dice sobre el psicoanálisis...

saludos

Eduardo Chinaski dijo...

Gracias Lilián
Yo también fui con miedo, y resulto un peliculón.Coincido con lo del psicoanálisis...
Saludos.