viernes, 10 de septiembre de 2010

TEOREMA, DE PIER PAOLO PASOLINI


"ÉL"
Por Eduardo Chinaski-

Destruir para crear.Cupido. Ni Dios ni Satán. Ni ángel ni demonio. Hijo de Venus y Marte, amor y tragedia a partes iguales. Eros en la mitología griega. La personificación del deseo que transforma todo lo que toca, para bien o para mal. Su magnetismo es tan fuerte, tan intensa es la atracción sexual, que traspasa el contexto de la película. No sólo los personajes se colocan a su lado emulando posturas sexuales, sino que el propio director lo ilumina de un modo diferente y lo equipara con la escultura del jardín. Incluso los otros hombres fuerzan el contacto físico con Él a través de empujones y golpes de boxeo. Mientras los demás leen a Rimbaud y Tolstoi o pasan hojas de un libro sobre Bacon, Él, con sólo una mirada, hace que todos salgan corriendo. Aquí se corre por la simple necesidad de escapar, de no permanecer en el mismo lugar, por la incapacidad de aceptar el deseo al fin y al cabo. Pero al mismo tiempo que se produce este movimiento de alejamiento, tiene lugar otro equivalente de aproximación. En la habitación del hijo, aparece un letrero que reza “Seize him!”. Puede interpretarse como “deténlo” o “aprésalo”. Cada miembro de la familia encontrará su particular manera de llevar a cabo esta tarea.

La hija se sirve de la fotografía para adueñarse de una parte de su esencia, la madre siente que desnudándose estará más cerca de Él, la criada descubre su talento místico y el hijo vuelca toda su desesperación en la pintura. Por tanto la creación se convierte en una expresión de la desolación de los personajes. Sólo a aquellos que están destruidos por dentro se les revela su poder y sólo ellos acceden a la creación artística. Ningún habitante de la casa es digno del visitante. Su desaparición deja un rastro de cuerpos vacíos e inertes. Incluso los paisajes se vuelven desoladores: calles sin fin, vías de tren, estaciones de autobús. Lugares de paso, vacíos. De nuevo surge la necesidad de escapar, pero esta vez no es suficiente sólo con correr. Ellos se limitan a esperar el regreso imposible y a observar a través de ventanas, puertas, cristales y verjas. La hija no consigue fugarse de la cárcel que supone el sentido moral y el decoro de la burguesía, y al ser incapaz de escapar, su cuerpo descansa inmóvil, sin vida. El hijo, en cambio, consigue trascender esos cristales a través de la pintura. Pero después de esa noche en que vio al visitante dormido, sólo es capaz de pintar en azul.