martes, 8 de junio de 2010

EL CERO PSÍQUICO, UN ENSAYO SOBRE J. G. BALLARD



Por Eduardo Chinaski

Introducción

En esta época del año, las multitudes se agolpan como reses en las playas (Vermillion Sands) hasta perder conciencia de su propia individualidad (La jaula de los reptiles). Para llegar a los lugares de veraneo, la gente circuló por rutas plagadas de anuncios comerciales de neón, sugiriendo (¿ordenando?): “compre esto, compre aquello” (El hombre subliminal); durante el camino -manejando a velocidades demenciales- choca contra otros autos en una sucesión de atrocidades que alimenta la crónica roja (La exhibición de atrocidades, Crash). De vuelta a la megalópolis asfixiante (La isla de cemento), se refugia en countries o edificios sin conexión con el mundo exterior (High-Rise), mientras contempla en las omnipresentes pantallas el avance inexorable hacia alguna clase de Armagedón (Playa terminal), procedido por una sucesión de catástrofes ecológicas (La sequía, El mundo sumergido). Con justa razón, el diccionario en idioma inglés ha aceptado desde hace algunos años el término “ballardiano” ante una situación apocalíptica, donde el desbocamiento tecnológico deshumaniza al hombre.



En la obra de James Graham Ballard (1930-2009) podemos destacar dos etapas: la primera comprende desde su primer libro, Bilenio, (1962) hasta La exhibición de atrocidades, resumen de todas sus obsesiones hasta ese momento y vehículo de osados experimentos narrativos que intentan reflejar el presente en sus propios términos.En la segunda etapa, Ballard se proyecta hacia futuros donde se examina la relación entre el hombre y la tecnología. Sus primeros cuentos datan de 1956 y en los años 60 se convierte en uno de los autores de referencia de la llamada “nueva ola” de la ciencia ficción inglesa (Moorkock, Aldiss, etc). Su literatura desarrolla las principales problemáticas del siglo XX: las catástrofes medioambientales y el efecto en el hombre del hiper-desarrollo tecnológico.En su primera novela, El mundo sumergido (1962) imagina las consecuencias de un calentamiento global que provoca que los casquetes polares se derritan. Le siguen El viento de ninguna parte (1962), La sequía (1965) y El mundo de cristal (1966), ambientada en un área boscosa de Africa occidental que está, literalmente, cristalizándose.En 1973 publica Crash, una meditación turbadora y explícita sobre la relación entre el deseo sexual y los automóviles. Tras Crash llegan La isla de cemento (1974), Rascacielos (1975), Compañía de sueños ilimitada (1979) y Hola América (1981).

El mundo de cristal: Imágenes de mundos sin sentido. Mares antiguos y playas sumergidas, revelando perspectivas ocultas. Insólitas llaves que abren el mundo de los sueños. Lagos de vidrio fundido.

La persistencia de la playa: El arabesco de las dunas de arena -virgen de las pendientes de la mente- elevándose al cielo meridiano. Una orilla baja, aire lustroso como ámbar, la geometría plateada de las fábricas, un vórtice de cubos y cilindros sobre el escenario distante de una esfera. Arena fundida con riendas de acero; la claridad única de la luz crepuscular; mesetas estriadas, luna roja.

El Cero Psíquico: En la obra de Ballard, la conciencia individual tiende a disolverse en un magma psíquico en el que todo puede suceder: lo más primitivo, lo mas salvaje, la crueldad extrema surgen desde los más profundos estratos geológicos de la conciencia en este mundo viejo-nuevo. Tal es la fuerza de este mundo paralelo, esta concatenación de errores, que cuando se descubre la ausencia de toda sustancia detrás de esa sombra sólo queda el vacío.

Cifras de un paisaje: Los cuentos de Ballard -escenarios de creciente entropía- abundan en cálidos mundos crepusculares, en días eternos, en superfortalezas abandonadas agonizando bajo un suave cielo equinoccial. Maniquíes con caras deformes, horripilantes, nos miran a los ojos.

Continuum temporal: “La clave del pasado se encuentra en el presente” (J. G. Ballard).

Claves ballardianas: Puntos de entrada en el futuro = niveles de un paisaje espinal = zonas de tiempo significante.

Hielo que quema: El ardor de la frialdad, recorriendo los cuerpos, como si brazos y piernas no fueran más que los límites residenciales del cuerpo, siempre liso y templado, como los planos inmóviles de una película detenida. Gigantescos mapas de cromosomas mutantes.
Un cuadro silencioso: Hay un aspecto llamativo en la obra de Ballard: sus relatos y novelas son casi mudos, tienen las palabras justas, carecen de sonido ambiente. Si bien son extremadamente visuales –por no decir cinematográficos-, las voces y las músicas prácticamente brillan por su ausencia. Apenas susurros y ecos tratando de seguir la marcha imperceptible de la luz.

Science-fiction: ¿La tarea de los escritores de ciencia ficción sería describir los símbolos de transformación en el seno de una sociedad dominada por la razón instrumental?

Los tiempos actuales: un Auschwitz del alma con fríos mausoleos y fosas comunes para los que aún no han muerto.

Las voces del tiempo: Cuento de 1963. Señales del ocaso y la entropía. Un universo en dispersión. La lenta agonía del Cosmos. Un anhelo infinito de trascendencia

La Suite Mental: Según Ballard, si el hombre primitivo había sentido la necesidad de incorporar a la propia psique los acontecimientos del mundo exterior, el hombre del siglo veinte ha invertido el proceso.
¿Qué es el tiempo?: Se ha hablado aquí de la relación que tiene la obra de Ballard con el tiempo. Pero, ¿qué sonido tiene el tiempo? Quizás el del agua en una cueva, o una voz muy triste. El tiempo se parece a la nieve cayendo lentamente, a una película muda con cien millones de rostros que descienden en la nada.

La Náusea: La reseña origina del New York Times sobre la novela Crash lo resumía todo: “Ballard tiene una sólida reputación pero la obsesión de esta novela por el sado-masoquismo a través de accidentes de tráfico deliberados es enfermiza. El hecho de que escriba bien la hace aún peor”. La distopía que describe Ballard no se distingue apenas de nuestro mundo. Es más, es nuestro mundo actual. Un carrusel demencial de accidentes que recorren los infinitos circuitos de las autopistas. Los habitantes de estas megalópolis del futuro han perdido la capacidad de distinguir entre pulsión erótica y sádica. Son nuevos niños obsesionados con sus veloces máquinas y con la violencia, incapaces de otra cosa que producir(se) mutilaciones y coitos entre la chatarra, que fusionan al hombre con el objeto. “Prefiero pensar que Crash es la primera novela pornográfica basada en la tecnología”, dice Ballard en el prólogo. Todo está descripto con primoroso detalle: los actos sexuales, las heridas, las deformaciones, las secreciones, los olores. La náusea no ofrece un momento de tregua. “Estoy convencido de que en cierto sentido el escritor ya no sabe nada -escribe Ballard–, al lector sólo puede ofrecerle el contendido de su propia mente, una serie de opciones y alternativas imaginarias. Las opciones proliferan a nuestro alrededor, vivimos en un mundo casi infantil donde todo deseo, cualquier posibilidad, trátese de estilos de vida, viajes, identidades sexuales, puede ser satisfecho enseguida". Treinta años después estas palabras se han verificado de una manera que supera sus previsiones.

Signos de una era: Según C. G. Jung, la civilización se encuentra actualmente en la conclusión de un gran Año Platónico, en el eclipse del signo de Piscis que ha dominado la era cristiana, y ya hemos entrado en la Era de Acuario, un período de confusión y caos psíquico.

Pesadillas de guerra: Sueños de B-52 en llamas, vergeles arrasados por Napalm. El Apocalipsis, ahora. ¿Acaso no hemos brotado de entre los muertos? Los personajes de Ballard descienden de las víctimas de la Bomba en Hiroshima mon amour, de los ojos espantados de Alamogordo (primer escenario de pruebas nucleares).

El hombre nuevo: el homo hydrogenesis.

El Hongo Final: Hoy no se habla de bombas atómicas, pareciera un tema demodé. Ballard nos sigue haciendo pensar en el holocausto nuclear. Para él esa espada de Damocles sigue vigente.Un mediodía total: La luz cegadora de la Bomba –símbolo esencial de nuestra condenación-como una expresión de las inmensas fuerzas psíquicas que se mueven sobre la superficie de la mente racional, o como los movimientos de las placas continentales que preludiaron las principales transformaciones geológicas. Sobre Hiroshima, un mediodía enceguecedor. Luego vendrá la lluvia negra.

Playa terminal: Relato sumamente perturbador que transcurre en un paisaje neural de desiertos atolones atómicos. La ruta más rápida hacia el Armagedón, recorrida por el hombre que vio el hongo atómico (recordar El imperio del sol). Un mundo en equilibrio inestable, al borde del cráter volcánico de la definitiva guerra mundial. Vaciaderos donde los B-29 (Enola Gay) se amontonan como alados reptiles muertos, mientras una cálida corriente termonuclear nos susurra la imagen primigenia del hongo de Eniwetok, nuestro propio viento de Pentecostés. “Soy Shiva, destructor de mundos”, proclamó Oppenheimer, creador de la Bomba. Hiroshima, Nagasaki, Atolón de Bikini, Alamogordo. Nosotros ya somos fósiles del futuro.

Anti-Apolo: Ballard postulaba abandonar la conquista del espacio por la razón de que, si el mar es la imagen universal del inconsciente, el espacio es la imagen misma de la psicosis y de la muerte; y que si se trataba de entrar en los inmensos vacíos interplanetarios, el hombre pronto se precipitaría a la tierra como Ícaro, incapaz de entrar en la vastedad del cero cósmico.

Espejos muertos: Las tumbas del tiempo -uno de los relatos más poéticos de Ballard- transcurre en un remoto futuro sonde se guardan en cintas digitales las imágenes y la información genética de las personas (¡y fue escrito en 1962!). En estos mausoleos abandonados hasta por sus mismos muertos, flota una luz sepulcral en la que se recrean las imágenes de personas desaparecidas hace milenios. Abrir esas tumbas es dejar entrar sueños que llegan desde el desierto como pájaros enjoyados.

Referencias pictóricas: Delvaux, De Chirico, Ernst, Picabia, Magritte, Leonor Fini.

El hombre subliminal: Cuento esencial de Ballard, nos habla de una sociedad donde el consumismo irracional lleva a una deshumanización de las personas. La publicidad subliminal empuja a tener tres hipotecas para pagar la hipoteca que se tomó a su vez para comprar el auto nuevo, la heladera nueva, el microondas nuevo, el último modelo de computadora. Los anuncios gigantes de neón, tótems del nuevo paisaje tecnológico, están insertos en los escenarios proféticos del infierno actual: shoppings con “cinco minutos de descuento”, multitudes agolpándose en las entradas de los locales esperando las ofertas, “las 24 horas para comprar”, individuos impelidos a adquirir un enorme volumen de artículos innecesarios a cambio de considerables reducciones en el precio total, obligados por las campañas promocionales a deambular todo el día de un centro de compras a otro. El hecho del consumo como un poderoso incentivo social, y el concepto de que los que gastan menos o nada son considerados criminales sociales. Loco es el que no produce, dijo alguien. Este cuento preanuncia la segunda etapa de la obra de Ballard, caracterizada por carreteras frenéticas y cataclismos espacio-temporales.

La muerte blanda de Marilyn Monroe: En “Tú, Coma, Marilyn Monroe”, relato-eje de la obra de Ballard, el escritor intentó, según sus propias palabras, “comparar directamente el aspecto físico de Marilyn Monroe con el paisaje de dunas que la rodea. El héroe se propone encontrarle un sentido a esta ecuación particular y llega a la conclusión que el suicidio (o asesinato) de M.M. es en realidad un desastre en el espacio-tiempo. La inmensa figura de Marilyn Monroe, impresa sobre un cartel de propaganda cinematográfica es tan verdadera como cualquier sistema de montañas y de lagos”.

Marilyn Monroe: una ecuación geométrica, el modelo demostrativo de un paisaje. Piel sin huesos, pechos de piedra pómez, muslos volcánicos, rostro de ceniza. La novia del Vesubio.
Vermillion Sands: “Pienso que el futuro se parecerá a Vermilion Sands: un lugar donde el trabajo será el último juego, y el juego el último trabajo. Una playa de verano, pero no hace falta decir que no hay allí ningún mar. La playa se extiende sin interrupción en todas direcciones, mezclándose con las playas vecinas, extensiones de las mentes crepusculares de sus habitantes." (J. G. Ballard)






High-Rise (Rascacielos): Historia de un rascacielos moderno, autosuficiente, en el que sus habitantes ceden a un proceso de animalización progresiva. Tenebrosa alegoría sobre los efectos de la inhumanidad de la vida moderna, en el marco de un paisaje postindustrial de estructuras monumentales, alineadas como deidades tutelares de un mito futuro. Podríamos decir: arquitecturas funcionales megalíticas grises, amenazadoras y en apariencia tan antiguas en su proyección hacia –y desde- el tiempo futuro como cualquier construcción asiria o babilónica.

Final de partida: Sus últimas novelas fueron Fuga al paraíso (1994), un relato apocalíptico que transcurre en un atolón del Pacífico, Noches de cocaína (1996), Super-Cannes (2000), ambas relacionadas con la novela negra clásica, en una decadente Costa del Sol la primera, y en la Riviera la segunda; y Bienvenidos a Metro-Center (Kingdom Come), (2006). J. G. Ballard falleció en 2009 de cáncer de garganta.

3 comentarios:

MOEBIUS dijo...

es un placer volver a leer tus comentarios.
me dio muchas ganas de verla

Eduardo Chinaski dijo...

Gracias, Moebius!

Benito Ch dijo...

Hola! Nos gustaría hablar con el autor de este texto. Hay algún correo al que podamos escribir? Muchas gracias, genial artículo