sábado, 1 de agosto de 2009

DESHECHO HUMANO



Por Ed Chinasky

Memoria y olvido. Recuerdo. Presencias y ausencias. Cuerpos y almas. Amor. El peso de la(s) sombra(s). La densidad del presente. Nada que verbalizar, todo que narrar. Gestos, aferrarse a las propias obsesiones. Un movimiento, una danza elegante e infinita que está allí desde el origen, desde la esencia misma de las cosas. Sólo hacia falta tomarla. Un cuerpo que cuenta lo incontable, lo inenarrable, en poesía y prosa. El fragmento y la necesidad de de rearmar un todo que quizás no responda a nada. Que no lleve a nada. Mucho para mostrar, pocas conexiones aparentes. Imágenes veloces, libres, engañosamente desmembradas, reunidas en un orden diferente por un montaje milimétrico, impecable. Rara arquitectura de la memoria que guarda y esconde lo que deja ver. La historia que el cuerpo reconstruye puede ser verdadera o falsa. Al fin y al cabo no importa. El peso de lo real es lo que cuenta. Restauración y recuperación del cuerpo después de una crisis, carne y sangre en proceso de des-hacerse para edificarse en un orden nuevo. La crónica de un espasmo. Vibraciones y palpitaciones para narrar la propia supervivencia. No hay futuro, únicamente un presente continuo. Sólo la persistencia de un sonido, y el deslizarse del cuerpo desnudo (la forma más legítima de atestiguar este proceso: desde la desnudez) como un pez en el agua. Y la línea de luz bordando, tatuando en el cuerpo erótico de la bailarina un ideograma desconocido. El espacio cerrado del estudio revienta hacia adentro, des-hecho (también) por el fluir de la bailarina. La cámara también danza, y en esa coreografía secreta, las cicatrices de la ausencia del amor, de la desaparición, se transmutan en pura poesía.



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